Históricamente, una parte de la sociedad ha vivido excluida de la vida pública. Las mujeres y otros colectivos segregados no solo han sido invisibilizados como sujetos activos, sino que tampoco se han tenido en cuenta sus necesidades y circunstancias en la toma de decisiones. Por lo tanto, a la falta de referentes absoluta, se suma el hecho de que estos colectivos habitan un mundo hegemónico que excluye sistemáticamente su coyuntura.
Sin embargo, la sociedad está en constante evolución. El auge de un conjunto de movimientos sociales, interseccionales entre sí, pone el foco en la urgencia de lograr igualdad de derechos para todas las personas, independientemente de su condición individual.
Esta transformación pasa por un cambio de dogma en las instituciones, pero también por analizar y corregir hasta los aspectos más cotidianos de nuestra vida, como el lenguaje o los espacios que habitamos.
La arquitectura es parte de nuestra cultura y un fiel reflejo de las circunstancias bajo las cuales se ha concebido. Por lo que esta se convierte en una herramienta clave para la puesta en práctica de los movimientos sociales y culturales.
Los edificios y espacios públicos que nos rodean son emisores de las ideas con las que fueron proyectados. Por lo que, en una sociedad que tiende a silenciar e invisibilizar a ciertos colectivos, no es de extrañar que las ciudades hayan sido construidas en base a las necesidades y exigencias de los hombres heterosexuales, cisgénero y sin discapacidades.
Mediante la arquitectura con perspectiva de género se pretende generar espacios públicos más inclusivos, seguros, respetuosos y amables para las mujeres. Esto pasa por analizar exhaustivamente lo hasta ahora construido y así emplear el diseño como herramienta esencial en la deslegitimación de los roles de género y la deconstrucción de ciertos estereotipos.
¿Cómo construir espacios urbanos con perspectiva de género?
Aplicar la perspectiva de género en el diseño de espacios urbanos requiere, en primer lugar, una observación de las diferentes realidades que coexisten en las ciudades. No hay verdades absolutas ni respuestas universales, por lo que la arquitectura debe reflejar el constante cambio que experimenta el mundo que la rodea.
El urbanismo institucional tiende a simplificar y diseñar para un solo tipo de persona. Sin embargo, es esencial comprender la complejidad y diversidad de nuestra sociedad, para así crear ciudades respetuosas con todos.
Es, igualmente, fundamental, identificar y reconocer la desigualdad existente y cómo afecta a la cotidianeidad de las minorías sexuales y de género.
Y, por supuesto, para que exista un cambio de paradigma real, debe haber una mayor representación de la mujer en los puestos de poder. Actualmente las mujeres ocupan tan solo un 10% de los puestos más altos en las empresas de arquitectura a nivel mundial. Para transformar la forma en la que se construyen los espacios, hay que cambiar esa realidad.
Elementos a tener en cuenta en la construcción de ciudades con perspectiva de género
Accesos a la ciudad
La práctica urbanística consiste en la toma de decisiones acerca del espacio público, el espacio privado y el transporte. Por lo tanto, el urbanismo tiene una relación directa con el acceso de las personas a las áreas de empleo y servicios de una ciudad.
Las ciudades se han diseñado y construido históricamente en base a unos roles tradicionales, que incluyen una división por género del trabajo.
Esta jerarquización del espacio implica una separación entre la zona industrial y comercial (dedicada a la producción y a generar ingresos) y la zona residencial (dedicada al hogar, la reproducción y los cuidados).
La división entre lo público y lo privado, entre lo laboral y lo doméstico, supone una carga adicional para las mujeres que, además de contar con un trabajo generador de ingresos, asumen un segundo “trabajo”, encargándose en gran medida de los cuidados y las responsabilidades del hogar.
Esta doble carga de trabajo se ve afectada por una infraestructura limitada de los servicios urbanos, como el transporte público, que dificulta la conciliación entre la vida pública y la privada.
Seguridad en los espacios públicos
Las mujeres y las minorías sexuales y de género habitan los espacios públicos con una sensación de inseguridad constante.
La violencia sistemática ejercida contra las mujeres conlleva que la responsabilidad de no ser agredidas o atacadas recaiga en ellas, implementando sistemas de seguridad propios como evitar zonas oscuras, hablar por teléfono en trayectos nocturnos, avisar al llegar a casa, llevar las llaves en la mano o tener marcado el número de la policía al pasar por ciertas calles.
Sin embargo, la responsabilidad de generar espacios libres de violencia recae en las instituciones, en la educación y, por supuesto, en el diseño de las ciudades. Apostar por una mayor iluminación y señalización, mejorar la seguridad en el transporte público y evitar que haya espacios cerrados o desiertos son algunas de las medidas para evitar la existencia de zonas poco seguras.
Servicios básicos a 15 minutos de distancia
Para combatir la desigualdad generada por el modelo de dispersión territorial (zonas residenciales aisladas), la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, rescató una propuesta basada en la proximidad, denominada la ciudad de los 15 minutos.
Este sistema se basa en que todos los servicios básicos (colegio, sanidad, cultura, ocio, comercios y trabajo) estén a un máximo de 15 minutos andando o en bici de casa.
Con la implementación de estas medidas, entre otras, se apuesta por la cercanía y la accesibilidad y, en definitiva, por la creación de ciudades más integradoras, diversas e inclusivas, conformadas por espacios públicos seguros, flexibles y de uso múltiple y frecuente. Ciudades accesibles y asequibles donde poder vivir libremente.
por Rocío Tuset