Si por algo se caracterizaron los años sesenta fue por la llegada de toda una ola de cambios y luchas sociales que sacudieron los cimientos de la sociedad occidental. Manifestaciones por todo el globo en contra de la guerra de Vietnam, el movimiento de liberación femenina, la llegada de los hippies -con toda la transformación social que eso implicó- y el Apolo 11 aterrizando por primera vez en la Luna fueron los primeros acontecimientos que consolidaron lo que hoy conocemos como posmodernidad, un periodo que trajo consigo nuevas ideas que rompían con los dogmas establecidos en lo referente a cultura, política y sociedad.
Con este caldo de cultivo como telón de fondo y la necesidad de enfrentarse a las convenciones y protestar contra las injusticias, un grupo de jóvenes recién graduados fraguaron lo que bautizaron como arquitectura radical o antidiseño, una corriente arquitectónica que surgió para rebelarse contra los paradigmas existentes.
En este movimiento, impregnado de espíritu revolucionario, los arquitectos y urbanistas no se dedican a proyectar y construir espacios, sino a planificar con todo detalle ciudades imposibles de edificar como forma audaz de protesta y con el objetivo de desafiar las convenciones establecidas en la creación de ciudades y espacios urbanos.
Es decir, en un mundo donde las estructuras y entornos suelen seguir una línea tradicional y funcional, estos arquitectos proponen un enfoque diferente. La arquitectura radical no solo desafía la estética convencional, sino que también plantea preguntas cruciales y trascendentales sobre la función y el propósito de nuestros espacios y lo hace de forma contestataria, como alternativa a la arquitectura de la razón. Contra la edificación basada en la practicidad, estos proyectos de arquitectura radical pretenden provocar, criticar, reflexionar y también demoler los muros del sistema.
Antes que nada, un poco de historia
En un contexto donde los distintos movimientos sociales y las consignas de paz y amor se reflejaban en la mayoría de disciplinas -música, moda, literatura, fotografía…- los edificios funcionales y sobrios que surgieron para paliar la devastación de las Guerras Mundiales y que monopolizaban las urbes, contrastaban con toda esa ola de transformaciones estéticas y de pensamiento.
De manera que algunos colectivos estudiantiles, encabezados por Peter Cook, David Greene y Mike Webb, ante la necesidad de innovar, deformar, colorear y jugar con los espacios al más puro estilo de la cultura pop del momento, publicaron la revista Archigram o, lo que es lo mismo, el germen de este nuevo movimiento arquitectónico.
Con páginas repletas de dibujos y collages coloristas, esta revista ilustraba proyectos meramente utópicos sin ninguna intención de llevarlos a la práctica. Era simplemente una forma de disfrutar -sin expectativas- del arte y de reflexionar acerca de conceptos como la cibernética, los robots, la ciudad y el futuro.
Esta revista llamó la atención de Ron Herron, Dennis Crompton y Warren Chalk, arquitectos experimentados que crearon la exposición: Living Cities del Institute of Contemporary Arts en 1963, consagrando de forma definitiva esta corriente.
Paralelamente, en Florencia, surgieron diversos grupos de voces muy críticas con la forma en que la arquitectura trataba las consecuencias de la inundación que devastó la ciudad en 1966.
Por un lado, Adolfo Natalini y Cristiano Toraldo di Francia fundaron Superstudio, con el objetivo de no olvidar la historia de Florencia, pero también para combatir a la sociedad de masas, la producción desenfrenada y el consumismo.
Por otro lado, surgió Archizoom Associati -en clara referencia a Archigram- un colectivo de alumnos que criticaban de forma feroz la nueva arquitectura vanguardista que olvidaba la huella del pasado italiano. En Archizoom defendían avanzar, respetando siempre la historia y con políticas igualitarias en las que la tecnología auxiliara a todas las clases sociales. Para ello, y con una evidente connotación subversiva, redujeron al absurdo los principios de la arquitectura moderna y lo hicieron planificando ciudades sin límites geográficos, sin centros, ni periferia, ni espacios privados. Una ciudad devorada por la naturaleza en la que todos los ciudadanos tienen acceso a una tecnología que facilita sus vidas.
Tras presentar su trabajo en la exposición conjunta llamado Superarchitettura, celebrada en Pistoia y Módena en 1966, estos tres colectivos -Archigram, Superstudio y Archizoom- se convirtieron en fuente de inspiración para un gran número de iniciativas que salpicaron de irreverencia la arquitectura mundial. Entre ellos, destacan Ant Farm en Estados Unidos, Arata Isokazi en Japón, Haus-Rucker-Co en Austria y José Miguel de Prada Poole en España.
Fundamentos de la arquitectura radical
La arquitectura radical es, en esencia, una forma de protesta contra las normas establecidas y una búsqueda de nuevas formas de expresión artística. Este enfoque adopta una posición crítica frente a la arquitectura convencional y se sumerge en la exploración de posibilidades aparentemente imposibles. Sus fundamentos clave incluyen:
1. Desafío a la funcionalidad convencional:
La arquitectura radical cuestiona la funcionalidad convencional de los edificios y espacios urbanos. Rompe con las expectativas, proponiendo soluciones alternativas y desafiando la noción de que la forma debe seguir la función.
2. Experimentación con materiales y estructuras:
Estos arquitectos buscan nuevas formas de utilizar materiales y estructuras, llevando la experimentación a niveles extremos. Desde la reutilización de materiales no convencionales hasta la construcción de estructuras que desafían la gravedad, la arquitectura radical se sumerge en el territorio de lo experimental.
3. Estética desafiante:
La estética radical busca la disonancia con la arquitectura convencional. Utiliza líneas y formas que desafían la norma, a menudo resultando en estructuras que podrían parecer, a primera vista, caóticas o surrealistas.
El legado de la arquitectura radical
Ninguno de los proyectos utópicos y surrealistas que, en sus inicios, plantearon los fundadores de la arquitectura radical se erigió jamás. No obstante, sí han servido como fuente de inspiración para otros arquitectos que han construido sus proyectos basándose en esta corriente.
Ejemplo de ello son el Centro Pompidou de París, que recuerda a la Plug-In City de Archigram; la sede de la CCTV en Pekín, un rascacielos transformado en un bucle infinito; el Pabellón Serpentine de Zaha Hadid en Londres; o la Muralla Roja de Calpe de Ricardo Bofill.
Además, la arquitectura radical trasciende todo un legado a nivel teórico que sienta las bases de una serie de cuestiones acerca de las ciudades del futuro.
Desde su cuestionamiento de la norma y con preguntas incómodas sobre la normalidad y comodidad en el entorno construido, la arquitectura radical plantea que nuestras expectativas pueden ser desafiadas y ampliadas. Además, aunque no se han llegado a materializar, muchas de estas propuestas actúan como inspiración para la innovación en el diseño arquitectónico y algunos de sus elementos sí pueden influir en proyectos futuros.
Por último, pero quizá lo más importante, la arquitectura radical plantea un diálogo sobre el futuro de las ciudades: ¿Cómo deberíamos vivir? ¿Cómo deberían ser nuestros espacios urbanos? Estas preguntas impulsan la reflexión sobre la planificación urbana y la relación entre la arquitectura y la calidad de vida.
En definitiva, el futuro de la arquitectura radical resistirá mientras existan espíritus inconformistas que cuestionen la realidad que los rodea y que planteen realidades alternativas, no como propuesta de futuro, sino como instrumento de protesta y reflexión.