Desde que, cientos de miles de años atrás, los hombres construyeron las primeras ciudades, la arquitectura y organización de las mismas ha ido moldeándose y adaptándose a las necesidades que han ido surgiendo.
Se estima que Uruk, nacida hacia el 3.500 a.C. -al sur de lo que hoy es Irak- es la primera ciudad construida de la historia. No obstante, la humanidad lleva haciendo uso de los elementos naturales para cobijarse o desarrollar actividades comunes desde que los hombres vivían en cavernas.
Aunque las intervenciones primigenias eran más respetuosas con su entorno, pronto las construcciones se volvieron más complejas, llegando a un punto de refinamiento constructivo basado en la matemática y la tecnología. Mientras que en las primeras edificaciones los hombres empleaban materiales naturales bajo la única premisa de mantener la construcción en pie, con el paso de los años las diferentes herramientas han ido modificando la forma de concebir los espacios.
No obstante, en la transformación de las ciudades no infieren solo aspectos tecnológicos y de progreso, sino que hay factores psicológicos y sociales que mantienen nuestras urbes en constante evolución. Nuestra forma de vivir, individualmente y como sociedad, es cambiante y, por tanto, nuestras ciudades han de adaptarse a las exigencias y necesidades que surgen de ese cambio.
Las generaciones más jóvenes han alterado su forma de concebir las ciudades
Mientras que las generaciones precedentes encontraron en el extrarradio un lugar donde establecer sus espacios de esparcimiento, en la actualidad los centros de las ciudades han retomado su función como dinamizadoras del consumo y el ocio.
Durante décadas, los centros comerciales se convertían en el núcleo neurálgico de las ciudades cuando llegaba el fin de semana. Estos macro espacios permitían a los ciudadanos encontrar en un único emplazamiento locales de ocio, restauración, consumo y entretenimiento. Sin embargo, las pautas de consumo han cambiado y, como consecuencia, se están recuperando los centros de las ciudades como eje central de la vida social.
Además, con la salud mental y la sostenibilidad en el punto de mira, los más jóvenes conciben la distribución urbana de forma muy distinta. Del cambio en las pautas de consumo se infiere también una modificación de los valores indicativos de una buena calidad de vida.
Hay, pues, un cambio de paradigma en las prioridades de las nuevas generaciones. Según un estudio de Cushman & Wakefield’s Global Business Consulting, los jóvenes han renunciado a la vida en los suburbios y las zonas residenciales de clase media, estableciendo sus viviendas en el centro de las ciudades. Entre sus prioridades se encuentra, por tanto, la de poder moverse de forma sostenible -andando, en bicicleta o transporte público- entre sus distintos ambientes diarios.
Todo aquello que hace unos años fuese meta aspiracional para toda una generación, se convierte ahora en antónimo de los nuevos designios de sus descendientes. Los ciudadanos ya no aspiran a tener un adosado en las afueras y pasar dos horas diarias en el coche para ir a trabajar, sino que quieren estar donde ocurren las cosas. Como consecuencia, cada vez más jóvenes viven trabajan y consumen en el centro, devolviendo la vida a los barrios céntricos y convirtiéndolos en focos de ocio y consumo, con una agitada agenda cultural y de entretenimiento.
Gentrificación de las ciudades
Como consecuencia principal del cambio en los hábitos de consumo encontramos la gentrificación.
Este fenómeno provoca que, en zonas tradicionalmente humildes, la aparición de nuevos negocios como bakery shops, tiendas de CBD, espacios de coworking o tiendas vintage atraigan a toda una nueva hornada de habitantes. Esto tiene como consecuencia un aumento del caché del barrio, que desencadena en un encarecimiento de los alquileres y termina por instigar el desplazamiento de los habitantes tradicionales a otras zonas menos masificadas.
En Valencia, hemos podido ver este fenómeno en barrios como Ruzafa, El Cabanyal o Arrancapins. Barios que, debido a una inversión pública inicial, se ponen de moda y cuyos inquilinos se enfrentan a la desaparición de negocios locales y la expansión de nuevos comercios destinados a satisfacer las necesidades de nuevos habitantes y turistas.
Objetivo: Hacia ciudades más verdes y respetuosas con el medio ambiente y la salud mental de sus ciudadanos
Como ya hemos mencionado, existe una creciente preocupación por aspectos anteriormente desatendidos como la salud mental o la eficiencia medioambiental.
Es por eso que, desde hace ya unos años, se han tomado medidas drásticas respecto a la distribución y concepción de las ciudades, que tienen como objetivo reducir el impacto negativo de décadas de consumo irrefrenable y construcción inmobiliaria sin límites.
Para combatir las consecuencias de, la ya citada, gentrificación, se están estableciendo una serie de pautas disruptivas como la instauración de medidas en las zonas ZAS (zonas acústicamente saturadas), la peatonalización de ciertas calles, el establecimiento de zonas libres de coches, o la creación de super manzanas dedicadas a la vida peatonal de los barrios, como la recién inaugurada Super Illa de Arrancapins.
Con esta serie de medidas se pretende revertir el efecto negativo de los hábitos de consumo de los últimos años y dirigir la atención hacia una forma de consumir más local y sostenible que, a la larga, también modificará nuestra forma de relacionarnos con las ciudades.
por Rocío Tuset