Los museos constituyen una parte sustancial de las ciudades que los acogen, siendo los principales guardianes del patrimonio cultural y artístico de la humanidad. Estos espacios son, además, lugares de inspiración y reflexión para apreciar el arte y la belleza en todas sus formas y con todas sus connotaciones. Los diferentes movimientos artísticos son el testigo de las construcciones sociales y costumbres de las diferentes épocas y sociedades que han habitado nuestro mundo. Por tanto, los museos se convierten en centinelas de la historia, albergando, no solo obras de arte, sino también cientos de relatos y almas que custodian las piezas artísticas que allí se encuentran.
El valor artístico y estético de estos edificios es atemporal y perdura en el tiempo, dejando una huella indeleble en aquellos que tienen la oportunidad de explorar sus pasillos y descubrir la magia del arte y la cultura.
Por tanto, la arquitectura de un museo no es solo una cuestión de estética y funcionalidad, sino también una poderosa herramienta para contar la historia de cada una de las obras de arte allí presentes. El diseño juega, además, un papel fundamental a la hora de construir la narrativa del museo, guiando a los visitantes a través de una experiencia coherente y significativa. Desde la entrada, hasta la disposición de las galerías, el diseño arquitectónico construye el relato a través del cual los visitantes descubren las diferentes obras de arte que habitan el espacio.
La importancia de la entrada: un primer vistazo a la narrativa
La entrada de un museo es el primer punto de contacto entre el visitante y la narrativa que se quiere transmitir. Es en esos primeros pasos donde se encuentran los trazos de lo que se hallará dentro. Todo aquel que visita un museo por primera vez halla en ese vistazo primigenio la esencia y el espíritu del edificio que está a punto de visitar.
El diseño arquitectónico de la entrada debe, pues, captar la atención de los visitantes, invitarlos a descubrir y a dejarse llevar por el arte y la pasión de las obras allí presentes.
Un ejemplo destacado es el Museo Solomon R. Guggenheim en Nueva York, diseñado por Frank Lloyd Wright. Su icónica rampa en espiral y su impresionante cúpula de vidrio crean un impactante primer vistazo que invita a los visitantes a adentrarse en el arte moderno que alberga el museo.
Por otro lado, el Musee d’Orsay en París es uno de los más majestuosos e impactantes del mundo. El edificio, una antigua estación de tren construida en la década de 1900, ha sido magistralmente adaptado para albergar una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo. Una vez dentro, los visitantes son recibidos por una impresionante nave central, bañada en luz natural que se filtra a través de las amplias ventanas de vidrio. La arquitectura del Musee d’Orsay se convierte así en un homenaje a la historia del edificio y a su importancia como icono del patrimonio cultural de Francia, así como en uno de los lugares más destacados para amantes del arte.
Flujo espacial: Guiando la experiencia del usuario
Al definir la disposición de las obras en un museo, se pretende contar una historia concreta. Por tanto, es deber del diseño arquitectónico el guiar al usuario por esa historia, facilitando un recorrido natural y fluido que le permita poner el foco en los diferentes aspectos esenciales de cada sala u obra.
El Museo Louvre en París es un excelente ejemplo de ello, ya que su famoso diseño en forma de U con una entrada central y galerías dispuestas en torno a un patio interior permite a los visitantes seguir un itinerario definido, desde las obras maestras más conocidas, como la Mona Lisa, hasta otras colecciones menos conocidas, pero igualmente relevantes.
Espacios temáticos y experiencia sensorial
En cuanto a la disposición de las galerías y los espacios temáticos, es esencial que cada sección contribuya a la narrativa general, ofreciendo así una experiencia sensorial única.
En el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México sus galerías temáticas, que representan las diferentes culturas y períodos históricos, están cuidadosamente diseñadas para sumergir al visitante en un viaje a través del tiempo y el espacio, convirtiendo así el diseño en vehículo de la experiencia inmersiva.
El Museo de l’Orangerie en París, por otro lado, destaca por su diseño único y disposición magistral de las obras de arte. Ubicado en los Jardines de las Tullerías, este museo alberga una impresionante colección de arte impresionista y postimpresionista. Su arquitectura, diseñada originalmente como una orangerie, presenta una elegante estructura de hierro y vidrio que crea un ambiente luminoso y sereno, perfecto para la contemplación del arte. La disposición de las obras es igualmente asombrosa, especialmente en las dos salas ovaladas donde se exhiben los famosos Nenúfares de Claude Monet. Estas pinturas monumentales se encuentran dispuestas en paneles curvos, creando una experiencia inmersiva y envolvente que permite a los visitantes sumergirse en la majestuosidad de la naturaleza capturada por la pincelada única de Monet.
El papel de la luz y la acústica
Además de por su disposición, el Museo de l’Orangerie destaca por su luz. Y es que la iluminación y la acústica son aspectos fundamentales del diseño arquitectónico de un museo, infiriendo de forma directa en la experiencia del usuario.
Una iluminación adecuada puede realzar las obras de arte y, a su vez, una acústica cuidada puede mejorar la experiencia de escuchar narraciones y conferencias.
El Museo de Arte Moderno de San Francisco, conocido como SFMOMA, ha integrado hábilmente la luz natural en su diseño, creando una experiencia dinámica a lo largo del día, que resalta la belleza de las obras de arte, ofreciendo un ambiente idóneo para contemplar las obras de arte que alberga.
Espacios de transición: Un descanso en la narrativa
En un museo, los espacios de transición son aquellos que conectan diferentes secciones o galerías. Estos espacios ofrecen un descanso en la narrativa y permiten que los visitantes asimilen lo que han experimentado hasta ese momento.
Un buen ejemplo es el Museo de Arte de la Universidad de Houston, donde las terrazas y jardines entre las galerías ofrecen a los visitantes un momento de pausa para reflexionar antes de continuar su recorrido.
Una salida memorable: Cerrando el círculo narrativo
La salida del museo es una parte esencial de la experiencia del usuario. Esta concluye la narrativa y deja una última impronta en el visitante. En caso de tratarse de museos de gran tamaño, imposibles de ver en una única visita -como el Louvre, que alberga alrededor de 38.000 obras- la salida no será un adiós, sino un hasta pronto. Por lo que deberá generar en el visitante un anhelo por volver, mostrándole todo lo que le queda aún por visitar.
En definitiva, el diseño arquitectónico es una parte crucial de la narrativa de los museos. La arquitectura juega aquí un papel sustancial, no solo como contenedor del espacio, sino también como parte del contenido. Mediante el diseño se logra potenciar las obras de arte que albergan estos espacios, infiriendo en su contenido y significado y alterando la percepción que el visitante tiene de las mismas. Arquitectura y arte establecen, por tanto, un diálogo que hace de cada visita al museo, un viaje único.