Desde hace algunos años, los apartamentos turísticos han proliferado en numerosas ciudades de todo el mundo, transformando la dinámica de la vida urbana y planteando ciertos desafíos para la arquitectura y el urbanismo. La creciente popularidad de plataformas de alquiler ha provocado un aumento exponencial en la oferta de alojamientos, contribuyendo activamente en la gentrificación de ciertos barrios y transformando la arquitectura de los mismos, así como su tejido comercial, su ocio y sus costumbres.
Con el auge de este tipo de alojamientos, los edificios residenciales se convierten en estancias temporales, afectando a la disponibilidad de viviendas a largo plazo y a la diversidad de usos de suelo en las áreas urbanas. Esto se traduce en una necesidad creciente de construir nuevos desarrollos inmobiliarios, diseñados específicamente para este fin, provocando una homogeneización de la arquitectura urbana e incurriendo en una pérdida de la identidad local en favor de un paisaje urbano más genérico y carente de personalidad.
Además, el aumento de apartamentos turísticos ejerce una presión adicional sobre recursos urbanos, como el suministro de agua, la gestión de residuos o el transporte público, conduciendo a tensiones en la infraestructura existente y un aumento en los costes de mantenimiento y operación para las autoridades locales.
El impacto social y cultural de los apartamentos turísticos
El auge de los apartamentos turísticos puede provocar un desplazamiento de los residentes locales, ya que el aumento de los alquileres y la disponibilidad limitada de viviendas pueden dificultar que las personas permanezcan en sus barrios de origen.
Además, la concentración de apartamentos turísticos en áreas específicas puede contribuir al fenómeno del turismo de masas, con efectos negativos en la calidad de vida de los residentes locales y en la autenticidad cultural de la ciudad.
Y, aunque la presencia de una gran cantidad de turistas en áreas residenciales puede transformar la vida urbana, dando lugar a una mayor actividad comercial y cultural, también provoca una mayor congestión y una mayor presión sobre los servicios públicos.
Soluciones al impacto de los apartamentos turísticos en nuestros barrios
La solución a la crisis actual que asola muchas grandes ciudades pasa, por supuesto, por la regulación y el control. Son ya varios los gobiernos de diferentes urbes europeas que han comenzado a implementar regulaciones con el objetivo de limitar el crecimiento de los apartamentos turísticos permitidos, así como los límites en el tiempo de alquiler y requisitos de licencia.
Asimismo, contra la homogeneidad urbanística resultado de esta nueva corriente, tan tolo cabe promover políticas que fomenten la diversidad de usos de suelo, así como la integración de diferentes tipos de alojamiento en las áreas urbanas. Esto incluye la creación de viviendas asequibles y la protección de los barrios históricos y tradicionales con el fin de preservar la identidad cultural de sus habitantes. Por supuesto, esto no riñe con la innovación en el diseño urbano, sino que son muchos los arquitectos y urbanistas que están explorando nuevas formas de diseñar y planificar ciudades con el fin de adaptarse a las nuevas corrientes, conservando a su vez su esencia. Esto incluye el diseño de espacios públicos multifuncionales, la promoción de la movilidad sostenible o la revitalización de las áreas degradadas.
Por último, cabe destacar que, aunque las políticas han de partir de los gobiernos y la clase dirigente, también hay una gran parte de responsabilidad individual, de aprender a respetar y valorar las culturas de las ciudades que nos dan la bienvenida y que, muchas veces, tratamos como nuestro patio de juegos particular. Como muchas otras cosas que sucedieron a principios del siglo XXI, el turismo de hace unos años se convirtió en una especie de monstruo gigante que arrasó con grandes ciudades y pequeñas localidades, llevándose a su paso comercios, barrios enteros y, ante todo, las posibilidades de aquellos que nacieron en sus calles. No obstante, existe otra forma de viajar. Y aunque un turista, viajero, o como quiera llamarse, siempre será un ocupante temporal en una tierra que no es suya, hay formas de observar sin molestar, de participar sin invadir. Ahí es hacia donde el individuo debe dirigirse. Porque donde el pueblo vaya, los dirigentes políticos acudirán después.