“Al final, toda gran construcción, edificio emblemático u obra singular es un logro de la humanidad. Esas grandes estructuras son cimas de la ingeniería, de la arquitectura, pueden incluso encarnar la cultura o el progreso. Ver cómo algo así se interrumpe o resquebraja siempre te va a impactar”. De esta forma explica Víctor Riquelme en este artículo de El País el porqué de nuestra fascinación ante la destrucción de edificios emblemáticos en las películas.
La ciencia ficción es uno de esos géneros que, durante años, ha retratado la aniquilación de emblemas mundiales como la Torre Eiffel, la Casa Blanca o el Golden Gate. Los espectadores miramos atónitos y con cierto regocijo el derrumbamiento de estos edificios en planos que, gracias a la tecnología, presentan cada vez más detalle, realismo y grandiosidad. Una fascinación que, en el caso de los arquitectos es, si cabe, aún mayor. “En la carrera teníamos que hacer muchas maquetas. Un denominador común entre mis compañeros era, después de presentar el proyecto, destruirlas. ¡Y de todas las formas habidas y por haber que se te pudieran ocurrir! Meterles petardos, prenderles fuego, tirarles algo encima… Eso nos producía una satisfacción que no te sé explicar”, comenta Riquelme.
El ejemplo más reciente es el incendio de Notre-Dame, acontecido en abril de 2019. Una tragedia que los espectadores a lo largo y ancho del globo observaron impasibles desde sus casas. El mundo entero contuvo el aliento durante las nueve horas que el fuego campó a sus anchas por el tejado de uno de los edificios más representativos del país vecino, dejando escenas dignas de una película apocalíptica. Catástrofe que, cómo no, fue llevada al cine por Jean-Jacques Annaud en una cinta que alterna dramatización y vídeos reales grabados ese día. Una muestra más de la fascinación que nos provoca la destrucción, sea real o ficcionada, de todos esos símbolos emblemáticos.