A lo largo de la historia, los cánones y la percepción de la belleza han ido evolucionando, dando paso a diferentes corrientes artísticas. Factores como el contexto sociopolítico, el desarrollo de la tecnología, la globalización y la aparición de las redes sociales alteran la forma en la que concebimos al resto de personas y a nuestro entorno. Esto se extrapola también al diseño de interiores. Las corrientes como el minimalismo, el diseño nórdico o el diseño escandinavo inundan las páginas de los catálogos de muebles, generando hogares cada vez más homogéneos y con menos personalidad.
Lo mismo ocurre con las ciudades. Cualquiera que se dé un paseo por las grandes urbes habrá podido observar cómo la ausencia de detalle ha ido destruyendo poco a poco su identidad cultural. La comparación entre los elementos arquitectónicos y decorativos del pasado con sus homónimos actuales es un flagrante ejemplo de ello: las representativas cabinas telefónicas londinenses, sustituidas por estructuras grises, frías e impersonales; los bancos que adornaban antaño las calles, ahora convertidos en bloques de cemento grises; o el contraste entre una casa con diferentes colores, estructuras y alturas y las, cada vez más frecuentes, casas de hormigón blanco.
Es habitual, pues, dejarse llevar por todas estas tendencias de interiorismo que nos generan inputs diarios de lo que debería ser nuestro hogar. No obstante, conviene tener precaución a la hora de elegir el diseño de nuestra casa, pues este infiere de forma directa en nuestra salud mental y emocional y debería reflejar nuestra personalidad y nuestras necesidades. En la arquitectura y el diseño de interiores no hay que confundir lo simple con lo fácil, ni la tendencia general con la particularidad de cada proyecto y cada persona.
Y es que el minimalismo, un movimiento que aboga por la simplicidad y la reducción de elementos innecesarios, ha dejado una huella innegable en la arquitectura y el diseño urbano de los últimos años, siendo una de las corrientes más empleadas por arquitectos y diseñadores de todo el globo. Y, si bien es cierto que este movimiento ha aportado muchas ventajas en términos de eficiencia y estética y que su uso consciente ha supuesto toda una reforma en los estándares arquitectónicos, también ha generado un debate sobre si su enfoque en la simplicidad deja a un lado la personalidad y el carácter de cada proyecto. En el mundo del diseño de interiores, romper con el aburrimiento y añadir un toque de vitalidad a los espacios puede marcar una gran diferencia en la percepción y el disfrute del hogar.
Para ello, una técnica que ha ganado popularidad en los últimos años es el “pop of colour” o toque de color. Eso consiste en la incorporación estratégica de colores vivos y llamativos en un entorno predominantemente neutro, minimalista o monocromático, con el objetivo de crear contrastes visuales impactantes y añadir energía y personalidad a la decoración.
Además de evitar el aburrimiento o monotonía en el interiorismo de la vivienda, el uso del “pop of colour” también puede tener un impacto psicológico en los que habitan el espacio, ya que, según la psicología del color, los distintos tonos pueden influir en el estado de ánimo y las emociones de las personas.
¿Cómo emplear el “pop of colour”?
Uno de los aspectos clave del “pop of colour” es la elección de los tonos y la forma en que se integran en el espacio. Los colores vibrantes como el amarillo, el azul turquesa, el verde esmeralda, el fucsia o el naranja pueden utilizarse para resaltar elementos específicos del diseño, como muebles, accesorios, paredes o textiles. Estos tonos pueden crear puntos focales visuales que captan la atención y añaden interés visual al ambiente.
Toque de color a través de los textiles
Esta es una forma sencilla de añadir algo de color a un espacio. Ya sea con el uso de cojines, cortinas, mantas o alfombras, se puede incorporar una paleta de colores que contraste con los tonos neutros del resto de la vivienda. Incluso se puede jugar con patrones y texturas, para darle aún más carácter.
Una pared de color
Otra forma de emplear esta técnica es sobre una pared, o incluso una habitación entera. Una pared pintada en un color que contraste con el resto de tonos de la casa creará un punto focal interesante y añadirá profundamente al espacio.
Por ejemplo, en este proyecto de vivienda en el Parterre (Valencia), utilizamos el color azul para delimitar las distintas estancias de la casa. Esto, unido al protagonismo que tiene la iluminación, le otorga un carácter único a la vivienda.
Muebles y accesorios diferentes
Si una pared de color es algo demasiado atrevido para ti, puedes optar por introducir muebles o accesorios en colores vibrantes. Sillas, mesas, lámparas, cuadros o jarrones. Cualquier objeto puede aportar ese toque diferencial.
Cabe destacar que, aunque estas pautas pueden ser útiles a la hora de afrontar pequeñas decisiones de interiorismo en el hogar, el trabajo de un estudio de arquitectura como 022 estudio va mucho más allá que plasmar por escrito estos consejos. Nosotros no somos decoradores, ni seguimos tendencias, sino que comprendemos a cada cliente y reflejamos su personalidad y sus necesidades en el diseño de su vivienda.