El mundo se expande de forma incesante y, con cada nueva edificación, nuestras ciudades pierden un pedacito de su alma y su identidad. Todas aquellas construcciones que sostienen su entidad en modas pasajeras, terminan incurriendo en una falta de carácter y personalidad que, a su vez, conlleva el olvido paulatino de ciertos elementos culturales y sociológicos propios de nuestra historia.
No obstante, una nueva generación de creativos y arquitectos están recuperando componentes y técnicas locales que ponen de manifiesto una serie de inquietudes y valores que sus predecesores no expresaron.
La arquitectura vernácula, aquella que proporcionaba a los primeros seres humanos la capacidad de adaptarse al entorno y las condiciones climatológicas externas haciendo acopio de los elementos naturales de los que disponían, ha vuelto. Y lo ha hecho para quedarse.
Este modelo arquitectónico se convierte, pues, en un reflejo de la cultura y el contexto demográfico de cada región y supone, además, un enriquecimiento cultural de la población que, en el proceso de recuperación de sus tradiciones, redescubre partes de su identidad que creía olvidadas.
La arquitectura vernácula se define, por tanto, como aquella que abarca los estilos arquitectónicos arraigados en las diferentes regiones y culturas y, cuyo diseño y construcción se han desarrollado a lo largo de generaciones en respuesta a las condiciones climatológicas, geográficas y culturales específicas de cada lugar.
Mediante la adaptación al entorno local y el empleo de materiales propios de cada región – que además se trabajan de forma artesanal – la arquitectura vernácula crea una estrecha relación con la comunidad y la identidad cultural de cada población.
Aprovechamiento de los recursos disponibles
Este modelo arquitectónico tiene como premisa la integración de los materiales locales disponibles a la hora de llevar a cabo edificaciones, logrando así una conexión de las mismas con el entorno natural.
Partiendo de la base de que cada lugar dispone de unos recursos y condiciones climáticas únicos, este modelo arquitectónico propone el correcto aprovechamiento de los elementos naturales que cada región presenta.
De esta manera, por ejemplo, en zonas de climas cálidos y secos, se emplearán materiales naturales como el adobe o la piedra para tratar de construir estructuras que protejan del calor extremo. Por el contrario, en aquellas regiones con climas gélidos, los materiales como la madera y la piedra se combinan con técnicas de construcción específicas, como el entramado de madera y el uso de tejados inclinados para asegurar una mayor resistencia al frío.
En la región del Mediterráneo, la arquitectura vernácula se distingue por su respuesta adaptativa al clima soleado y cálido de la zona, priorizando la creación de espacios sombreados y bien ventilados, así como la utilización de elementos ornamentales tradicionales como azulejos cerámicos, patrones geométricos, suelos hidráulicos o persianas de madera.
Identidad cultural
Además del aprovechamiento de los recursos, la arquitectura vernácula permite, como ya hemos mencionado, generar una conexión entre la identidad cultural de una comunidad y su arquitectura.
Los estilos arquitectónicos autóctonos son una expresión tangible de las tradiciones, los valores y las creencias arraigadas en una sociedad. La arquitectura es una parte viva de nuestra cultura y un fiel reflejo de las circunstancias y valores bajo los cuales se ha concebido. Los edificios cuentan historias y, al reutilizar y revivir elementos arquitectónicos tradicionales, mantenemos viva la narrativa que los ha acompañado durante su existencia.
De manera que, aquellas tradiciones y procesos que se transmiten de generación en generación, permiten preservar la cultura, el conocimiento y la historia de un lugar.
Sostenibilidad y eficiencia
La arquitectura vernácula también destaca por promover la sostenibilidad y la eficiencia. Al emplear materiales locales y técnicas constructivas adaptadas a las condiciones específicas del entorno, se minimiza la dependencia de recursos externos y se reduce el impacto medioambiental.
La arquitectura tradicional fomenta el uso de materiales reciclables, como la madera y el barrio y promueve la reutilización y la adaptación de aquellos elementos escultóricos o arquitectónicos existentes, propiciándoles una nueva vida readaptada a las necesidades actuales.
En definitiva, este modelo arquitectónico no solo reduce el impacto medioambiental negativo de la edificación, sino que también pone en valor la diversidad cultural de cada lugar, así como las prácticas sostenibles en el campo de la construcción.